TRES PIEZAS

PIEZA DE LUZ PARA UNA RUINA


El emplazamiento son las ruinas de una casa borrada, específicamente el espacio de un cuarto que se mantiene en pie, ubicado en la escalera Murillo, a un costado del ascensor Florida, en Valparaíso.

La visibilidad de la ruina es completamente anulada durante la noche. En la noche la luz se repliega en espacios privados, y las calles se iluminan para protegerse de la oscuridad que cobija lo anónimo. En Valparaíso, especialmente en sus cerros donde proliferan quebradas y escaleras, rincones y espacios abiertos, la noche da lugar a todo tipo de cobijos ocultos, invisibles en el velo de la oscuridad.

La primera acción realizada en este lugar fue pensada como una intervención nocturna, comenzando justo en el proceso del atardecer y la entrada en la noche. La intervención consistió en encender un dormitorio, para lo cual construí una cama, un escritorio y una silla con páginas de cuaderno, incluyendo un mecanismo de luz fluorescente en su interior, de manera que estos muebles de papel pudieran ser encendidos como lámparas. La iluminación de este lugar tuvo una duración aproximada de dos horas, período de tiempo suficiente para dar cuenta del paso del atardecer hasta la entrada en la noche, encendiendo la ruina con el dormitorio a la par de la ciudad que comienza a iluminarse.

Por las noches la ciudad se ilumina, y al contemplarla, podemos ver los hogares iluminados por dentro. Desde afuera, podemos ver cómo la ciudad entra en la noche, iluminándose como un surgimiento de signos del habitar. En este sentido, Valparaíso tiene la virtud, gracias a sus cerros que actúan tanto como miradores como objetos de la mirada, de poder contemplarse a si misma.

Así como durante el día a través de las ventanas nos relacionamos visualmente con el afuera, por la noche esta relación se invierte, ya que al iluminarse el interior la ventana se torna reflejo. La luz que ilumina los hogares se ve siempre desde afuera. Ver la luz de una ventana supone la intimidad de una habitación, y el espacio iluminado sugiere la actividad nocturna de su habitante. Millares de ventanas iluminadas en la ciudad, dan cuenta de una actividad en el interior de diversos espacios habitados. La noche en la ciudad articula una mirada del afuera, en cuyo deambular nos situamos como espectadores de nuestra propia reclusión nocturna en el espacio de una habitación iluminada.

Al emplazar una cama y un escritorio de luz, al encenderlos en el espacio sin techo de la ruina, el espacio abandonado participa del encendimiento de la ciudad, y en lugar de la oscuridad que cada noche la borra, la ruina se hace presente y visible, a su vez como la mirada de un espacio invisible y despojado del presente.
















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