ESCENARIOS DE CAMA: RUINAS

Hay ciertos lugares que al ser visitados juegan con nuestro sentido del tiempo, enfrentándonos a un lapso temporal de una forma muy visible. Como en el caso de los espacios en ruinas, constatamos que estos lugares ya no corresponden a nuestros antepasados, sino que nos atañen a nosotros y emergen de nuestro presente. El recuerdo liga y establece una herencia de escombros, una genealogía de la ausencia, que da lugar a una interpelación de lo derruido, restos en cuyos intersticios de sentido aloja una constatación implacable de la caducidad y el acabamiento de nuestros espacios, circunscribiéndolos en un período histórico que alcanzamos a testimoniar, y que implica una concientización del cambio y de las transformaciones como proceso inevitable de nuestras vidas y de la ciudad, que es el espacio por excelencia de lo transitorio, cuya forma, según expresara un poeta de la urbe como Charles Baudelaire: “cambia más rápido, desgraciadamente, que el corazón de un mortal”.

El escenario apocalíptico que supone la ruina como resultado de la resta del ser humano a las construcciones de estos espacios, en su momento enarbolados bajo el dictamen del progreso y la imagen del futuro, distan en la actualidad del misterio y de la carga simbólica romántica, siendo el nuestro un tiempo que se caracteriza por la proliferación de estos espacios como fenómeno de una velocidad de la obsolescencia, en donde la imagen de lo borrado aún perdura en nuestras retinas, a la par de un acecho por doquier de las inmobiliarias ávidas en hacer emerger nuevas edificaciones.

En la actualidad, desde el punto de vista del arte, las ruinas siguen siendo objeto de controversia, subsistiendo en su condición espectral el espacio de la paradoja latente de una estética de la destrucción implícita en esta sobrevivencia de estructuras suspendidas en el tiempo, paisaje de fondo o mera constatación que no ofrece ninguna eficacia en si respecto a las condiciones nulas o amenazantes de la contingencia urbana.

Tornamesa abandonada del ferrocarril de la Estación Barón, Valparaíso.

El camino principal entre Viña del Mar y Valparaíso, la Avenida España, colinda con el borde costero y con la línea del tren, y en ella se encuentran dos importantes ruinas de ambas ciudades como lo son la ex piscina de Recreo y la antigua tornamesa del ferrocarril de la Estación Barón.
Dentro de este trayecto urbano de la cama destaca significativamente la intromisión en las ruinas de la tornamesa y la casa de máquinas de la ex maestranza en Valparaíso, la cual consistió en acarrear la cama y ubicarla en distintas posiciones recorriendo el lugar. Cada una de estas ubicaciones de la cama de papel fue enmarcada en una imagen fotográfica, las cuales dan cuenta de una escena o composición in situ, en que el protagonismo en blanco de la cama hace surgir al espacio en desuso en la vigencia de su abandono, a su vez, como el espacio escénico de una ficción habitacional.









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