LA CAMA EN LLAMAS

(Avenida Altamirano, Valparaíso)

El paso de la cama del papel al fuego asegura su desaparición, generando una hoguera con forma de cama que intensifica el poder simbólico de la imagen encendida. Como escribe el urbanista norteamericano Kevin Lynch:
“Nos gustan las hogueras, sobre todo cuando consumen algo reconocible. Ver un edificio ardiendo es una emoción vergonzosa, la alegría que estimula al pirómano”.
Esta alegría de la destrucción sintetiza una violencia implícita en esta cama, en su materialidad frágil y en su mínima duración, y asimismo constituye una quema de cuaderno que encuentra en el fuego el carácter festivo de una pérdida, placer de cama calcitrante de escritura quemada, al modo de una arquitectura o diseño hecho para ser destruido, a contramano de la promesa de una perdurabilidad indefinida en donde alojar de espaldas a la muerte, en una resguardada conciencia de la estabilidad que entra en pánico a la menor fisura. En palabras del urbanista (Lynch):
“Tememos la muerte; tememos la pérdida; tememos el derroche, señal de la pérdida. El peor cambio es la decadencia, la degradación, el hacernos viejos. La degradación es una impureza que hay que evitar o suprimir. Las cosas deben ser limpias y permanentes; o mejor aún, deberían crecer continuamente en capacidad y poder. Pero la permanencia y el crecimiento plantean un dilema, ya que la permanencia es estancamiento y el crecimiento inestabilidad”.


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