ALGO SOBRE LA CAMA

La cama es un objeto en el que pasamos gran parte de nuestras vidas, la mayoría del tiempo realizando la misma actividad: dormir. Todos los días requerimos de una cama, y el día mismo podría medirse como el transcurso sujeto a dos camas: la cama del despertar y la cama del dormir.
Es el lugar desde el que cada día salimos: antes que salir de una casa, antes que salir de una habitación, salimos de una cama (por ello la superstición no trata sobre cual es el primer pie con el cual pisamos la calle, sino con cual pie nos bajamos de la cama). Pero es también el lugar al que cada día regresamos: dentro de la casa, dentro de la habitación, el regreso se consuma al subirnos a la cama.
Este subirse y bajarse, consiste en el uso de la cama como dispositivo en el cual nuestros cuerpos adoptan una posición horizontal, otorgándole a la necesidad del sueño el carácter de una horizontalidad del cuerpo (el cuerpo mismo como horizonte de una inmovilidad), en contraste con la verticalidad del estar de pie que caracteriza nuestra condición de cuerpos caminantes.
El poeta Cesar Vallejo, en uno de sus poemas en prosa, vincula esta verticalidad del cuerpo erguido con la construcción de la casa, mientras la horizontalidad estaría asociada a la tumba . La relación entre la cama y la tumba está tan arraigada en nosotros, que se dice de la tumba que es la última de nuestras camas, el lugar del último sueño. La pérdida de la cama sería la situación a partir de la cual se dice de un cuerpo que no tiene dónde caerse muerto, así como aquello que judicialmente hasta el hombre más jodido tiene derecho a conservar, y sería así, por ejemplo, que nos tumbamos sobre nuestras camas, como si en ellas lo dejásemos todo, salvo el cuerpo.
Cama y tumba, tanto al sueño como a la muerte le sería propia esta posición horizontal, con la salvedad de que la cama mantiene al cuerpo suspendido sobre la tierra, bajo la cobertura espacial del despertar, mientras que la tumba en lugar de patas tiene cubierta y se encuentra enterrada.
Las camas nos prestan sus patas: por lo general una cama es un armazón rectangular con patas en sus cuatro esquinas, lo cual conlleva a que sobre ellas nuestros pies dejan de estar en contacto directo con el suelo, siendo ellas las que nos mantienen suspendidos sobre la tierra, como en una plataforma entre el cielo y suelo. De manera que la expresión de “tener los pies bien puestos sobre la tierra”, que apela a un estado de conciencia y de lucidez, de razonamiento, surge en contraposición a un estado de inconsciencia y de sueño propio de la utilización de la cama, en donde los pies se mantienen suspendidos, en una posición horizontal que los nivela con la cabeza.
Si la verticalidad asegura el estar con los pies bien puestos sobre la tierra, esto es, un arriba y un abajo que tiene a la cabeza en lo alto, y a los pies en contacto con el suelo como principio de desplazamiento, pareciera ser que en la horizontalidad de la cama este orden natural del cuerpo erguido es abolido, de manera que cada parte del cuerpo se sitúa a una misma altura (como principio de inmovilidad), dada por la superficie de la cama. Sin embargo a la utilización de la cama también se le da un sentido de cabeza a pies, siendo por ejemplo el uso de la almohada un desnivel que indica esta dirección, que determina la posición de la cabeza (cabecera) y con ello el sentido en que la cama debe ser preparada. Este sentido de cabeza a pies no involucra ya un arriba y un abajo (cielo y tierra), sino un norte, sur, este y oeste, dispuesto por una orientación hacia la que dormimos dada por la ubicación de la cama.
En ella el cuerpo se halla inserto en el espacio, con un más allá de cada una de las paredes de la habitación, un más arriba del techo y más abajo del suelo. La dirección vertical penetra la tierra y va más allá de las nubes, y la orientación horizontal se extiende como ondas expansivas alrededor de la cama, circunscribiendo el espacio, a la medida del cuerpo, desde un adentro hacia un afuera.
Si es que la horizontalidad asegura la extensión, el más allá que se extiende tras las cuatro paredes, es decir todo aquel espacio en el que no estamos (a partir del cual nos situamos), pues la verticalidad aseguraría la presencia, el punto exacto de una pulsación interior que origina un espacio alrededor que lo contiene, el cual constantemente atraviesa, cruza y transforma.
En la cama la extensión se interioriza: el cuerpo busca la posición exacta para delimitarse hacia adentro. Acostarse: volverse costa, límite. Por ejemplo acostarse y no necesariamente dormir. Acostarse y mirar al techo como a una pantalla en blanco, a través de cientos de sueños ingrávidos en la levedad que soportan los párpados desplegados. Y así párpados y sábanas, como cuando se habla de “hacer la cama”, es decir borrar la huella del cuerpo en las sábanas, “hacer los párpados” y aplanar los pliegues alineando suelo y techo con la superficie de la cama hecha, así también se alinean párpados y sábanas en una misma horizontalidad, para volver a marcar el cuerpo del sueño sobre una misma borradura.

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